*Se Llamaba Carlos Andrés Pérez: Conversación en la
Ahumada, Junio 1994* por Soledad Morillo Belloso
*Se Llamaba Carlos Andrés Pérez: Conversación en la
Ahumada, Junio 1994* por Soledad Morillo Belloso
24/09/2021
#CóndorOpina N°177
@Condornews1 te presenta su artículo del día titulado
Se Llamaba Carlos Andrés Pérez: Conversación en la
Ahumada, Junio 1994 por Soledad Morillo Belloso
*Se Llamaba Carlos Andrés Pérez: Conversación en la
Ahumada, Junio 1994*
*Un ex presidente que no ha dejado se estar presente
no solo en el imaginario del pueblo sino en su
narrativa, sobre todo en estos años de cambios
radicales en la vida del venezolano.
Dada a conocer de
manera privada tres años después de su fallecimiento,
no es sino hasta ahora, 11 años después, que un
medio de comunicación la hace pública.
Carlos Andrés
Pérez en una entrevista con tanta vigencia que parece
que se hizo ayer.*
En mayo de 1993 se produjo la destitución de Carlos
Andrés Pérez de la presidencia de Venezuela.
Una
encuesta no revelada en aquella época dio cuenta de
una verdad asombrosa: Más del 35% de la población
desconocía lo sucedido.
¿Liviandad?, ¿torpeza?,
¿banalidad?, ¿país pueril?
La tarde estaba apacible.
Una suave brisa que
amainaba el calorón característico de los junios
caraqueños me acompañó mientras caminaba a mi
carro.
Saludé a unos vecinos con quienes me crucé en
las escaleras rumbo al estacionamiento del edificio
donde para entonces vivía.
Me había vestido apropiadamente para la ocasión.
Un
traje sastre azul oscuro, de falda con ruedo a la rodilla;
una blusa blanca de algodón, sin pretensiones; medias
claras y zapatillas de tacón.
Un simple collarcito de
perlas de una vuelta y zarcillos a juego.
Una cartera
suficientemente amplia como para poder albergar una
libreta, una grabadora y un cuaderno donde llevaba
algunas anotaciones.
No me llevé cámara.
El entrevistador no debe hacer sentir incómodo al
entrevistado.
Y en el caso de las mujeres, hay que
evitar a toda costa el pecado mortal de vestir para
matar.
Nada de maquillajes excesivos, o bocas
pintadas de rojo, o perfumes escandalosos.
Nada de
joyas llamativas.
Es un asunto de entender que hay
que tener clase en el vestir, que es reveladora de la
clase interior.
No sintonicé la radio camino a su casa en Oripoto.
Quería evitar a todo evento que alguna noticia
contaminara mi estado de ánimo.
Y por aquella época,
junio de 1994, abundaban las novedades
perturbadoras.
El día anterior, 14 de junio, Julio Sosa,
para entonces ministro de Finanzas, había anunciado
que el Gobierno había decidido liquidar ocho entidades
financieras que se habían intentado reflotar sin éxito
alguno.
Esas instituciones representaban la mitad de
las cuentas bancarias de Venezuela.
A unos dos
millones de cuentahabientes se les prometió que el
Estado garantizaría, a través de Fogade, sus depósitos
hasta por 24.000 dólares por persona.
Aquel era un
nuevo capítulo en el teleculebrón de la crisis bancaria.
*“En los páramos sabemos distinguir la voz del eco,
pero en los llanos esos gritos que se escuchan, que
parecen cantos de pájaros, en realidad son de La
Sayona”*
*Carlos Andrés Pérez*
La cercanía -de La Tahona a Oripoto- permitió que, a
pesar del congestionamiento, apenas me tomara unos
15 minutos llegar a destino.
Me estacioné en la acera.
En la puerta me detuvieron y pidieron identificación.
Mostré mi cédula.
El policía se la llevó y me dijo que
me sería devuelta a mi salida.
Me quitó mi cartera y la
registró con total irrespeto.
Y luego me hizo levantar
los brazos para un cateo.
Como si estuviera entrando
a una cárcel.
Aquello me pareció una absurda
arbitrariedad.
Pero no perdería mi tiempo discutiendo
con aquel hombre de panza abultada y actitud
mezquina que se complacía en exhibir su peor rostro.
Un pelafustán que encontraba placer en ejercitar el
poder cargado de impúdico resentimiento que le
otorgaba el ser uno de los custodios del preso más
importante del país.
Meses después supe que fue
cambiado pues varias personas expresaron su
descontento ante el tratamiento recibido.
Quién sabe
qué habrá sido de la vida de ese hombre y si, en sus
chácharas con familiares y amigos de botiquín, dice la
verdad con respecto a que en esa casa de familia
nunca fue objeto de malos tratos o vejaciones.
La puerta de la casa me la abrió ella misma.
De
cualquiera otra persona en su posición me hubiera
sorprendido.
De ella no.
Porque doña Blanquita de
Pérez (ex primera dama Venezuela) fue siempre la flor
y nata de la sencillez.
De ello dan fe hasta sus
mayores detractores.
Me saludó con gentileza y
cariño.
Muchas veces habíamos trabajado juntas en
proyectos sociales.
Y entre nosotras había nacido, si
no una amistad, sí ese respeto sólido que se crea entre
mujeres que priorizan el bien del prójimo.
“La está esperando en la biblioteca”, me dijo.
“Ya les
llevan unos juguitos y unos cafecitos para que puedan
hablar con calma.
Yo tengo que salir a hacer unas
diligencias.
Ojalá esté cuando yo regrese.
Está en su
casa”.
Me encanta que el trato de los andinos hacia
cualquier interlocutor sea de usted.
Para mí descarta
la posibilidad del desatino.
Nomás entré a la biblioteca, se puso de pie y
presuroso me extendió la mano.
Se la estreché.
Sentí
su fortaleza.
Me sonrió con cordialidad.
-Le agradezco mucho por aceptar recibirme y por
concederme algo de su tiempo, le dije como respuesta
a su sonrisa.
-“El gusto es mío.
Y tiempo, tiempo es lo que me sobra
por estos días”, me respondió invitándome a tomar
asiento en una butaca particularmente confortable,
rompiendo así con esa supuesta norma que marca
que los hombres de poder al entrevistador no deben
permitirle jamás que se sienta a gusto para evitar así
que se coloque en modo de dominación.
Aquello
tampoco me tomó por sorpresa.
Al fin y al cabo, bien
sabía yo que de tan controversial personaje se podía
decir mucho pero nunca que era hombre de
estereotipos.
-Me fascina su biblioteca.
Para mí es como un espacio
de tesoros, le apunté.
-“Está a su orden.
Puede venir aquí cuando usted
quiera, a leer, a consultar, a escribir’’, me respondió con
ese tono a la vez áspero y amable de los andinos.
-Estoy llena de preguntas, Presidente, le dije.
-“A ver si yo estoy lleno de respuestas”, me respondió.
-Tengo muy presente nuestro acuerdo.
Nada de lo que
usted me cuente hoy será publicado o difundido
mientras esté usted vivo, que espero sea por muchos
años más, le dije trayendo a colación lo que habíamos
convenido cuando le había solicitado la entrevista.
-“Yo no tengo en planes morir pronto.
Pero creo que
mejor espera usted que pasen algunos años antes de
publicar la entrevista.
A los muertos hay que dejarlos
reposar y a los deudos permitirles que les llegue el
olvido.
Yo le recomiendo que publique usted esta
conversación cuando ya nadie hable de mí, cuando
mis enemigos ya hayan dejado sus odios en paz”.
*“Se me olvidó que en este país si uno no sabe
caminar en la oscuridad tiene que prender luces”*
*Carlos Andrés Pérez*
-¿Usted siempre quiso ser presidente? Me refiero a si
desde jovencito lo tuvo como meta de vida.
-“Mire usted, no hay político gocho que no sienta que
nació para presidente de Venezuela.
Y yo soy gocho,
muy gocho, y político, muy político”.
-Y lo logró, dos veces…
-“Y, fíjese, todavía estoy vivo…”, me dijo no con tono
socarrón sino con un cierto indefinible dejo de tristeza.
-¿Quiere decir que puede haber una tercera vez?
-“Para esa pregunta no tengo respuesta.
Eso nadie lo
sabe.
En este país las certezas cambian más que las
dudas”.
-¿Qué haría distinto, Presidente?.
-“Si se refiere a mi vida, pues seguramente haría lo
mismo.
En los páramos aprendemos un camino.
Y lo
seguimos todos los días.
En la política, eso es otra
cosa.
En la primera presidencia cometí muchos
errores, más bien confusiones.
Era un mundo muy
distinto y yo creí que a Venezuela había que ponerla en
el mapa.
Mis detractores dicen que convertí a un buen
país en un país de muchachos ricos.
Yo creo que
pusimos al país en auge, que le prendimos los
motores; que dejamos de ser campurusos”.
Me puse de pie y me serví un café.
Y lo dejé hablar.
Aquel hombre tenía ganas de decir sus cosas.
Y por
aquellas épocas, esa prensa que tanto lo había
lisonjeado, solo le interesaba descubrir las patas de
las que cojeaba.
-“Mire, Rómulo, Leoni y Caldera, los tres, pues
gobernaron un país de pueblos y de alzaos.
Cuando yo
recibí la presidencia, en Venezuela todavía se dormía
todos los días la siesta.
En mi gobierno estrenamos el
país que no se paraba, el país que siempre estaba
encendido.
Yo me obsesioné con el desarrollo.
¿En
qué año nació usted?, si me permite la indiscreción”,
me preguntó levantándose y acercándose a uno de los
estantes de la biblioteca como buscando un libro.
-En 1956, Presidente.
Yo no tengo recuerdos de la
dictadura de Marcos Pérez Jiménez y en la Venezuela
que recuerdo siempre ha habido democracia.
-“¿Y cuando votó por primera vez? Porque supongo
que usted vota…”, me dijo sin esconder un posible
reclamo.
-Claro, Presidente, siempre.
Me tocó votar por primera
vez en las elecciones de 1978.
Para las del ‘73 tenía 17
años y no pude votar.
-“Esas elecciones del ‘73 las hubiéramos perdido si yo
no hubiera lanzado la consigna aquella de ‘democracia
con energía’.
Yo no tenía muy buena reputación, por lo
de mi participación en los gobiernos anteriores.
Me
llamaban ‘el policía’.
Lorenzo Fernández me hubiera
derrotado, porque todo el mundo decía que era un
buen hombre y decente.
Y era verdad.
Lo era.
Pero con
él Venezuela hubiera seguido siendo un pueblito, un
país de fiestas parroquiales”.
-Algunos dicen que en su primer gobierno se estrenó
la corrupción en Venezuela…, dije.
-“Eso no es cierto.
En Venezuela ha habido ladrones
desde antes de la Independencia.
Y que hayan
saqueado a la República… muchos.
Pero eso que
usted dice que dicen es lo que yo llamo una mentira
conveniente”.
-¿Conveniente para quién, Presidente, o para qué?
-“Para justificar todo lo que hacen y lo que dejan de
hacer.
Para desviar la vista.
Es una fiesta en la que
alguien grita ‘¡ladrón!’ y sale todo el mundo a ver quién
es.
Como si fuera lo más importante”.
-Bueno, pero tampoco es cuestión de decir que no
importa que haya robos al erario.
Eso también es un
asunto serio.
¿O no?, acoté.
-“Es un asunto muy serio, pero en el mismo saco
meten lo que es verdad y lo que es inventado”.
-¿Y qué pasaba en el país de su primera presidencia?
-“Que el país se nos puso grande.
Que dejamos de ser
muchachos y nos dejaron sentarnos en la mesa con
los adultos… Aunque no supiéramos cómo comer con
todos los cuchillos, tenedores y cucharas.
Pero
dejamos de ser los coleados en la fiesta.
Nos pusieron
puesto en la mesa”
*“Nos hemos convertido en un país de sordos en el
que lo único que se escucha son cancioncitas”*
*Carlos Andrés Pérez*
-Se convirtió usted en el político más importante de
Latinoamérica.
Y además en el mundo no era poca
cosa que en todos los países lo recibieron como si
fuera un rey.
-“Vea usted, el amor y el interés fueron al campo un
día… Si usted supiera la de veces que algunos se
burlaban de nosotros… ‘Ahí vienen los venezolanos,
que se bajaron de los árboles y se montaron en las
torres de petróleo…’, eso decían.
Pero yo no iba a
ceder… y sí, logramos tener alianzas importantes”.
-Con las ofensas venían las recompensas, ¿no?, dije
-“Mire usted, yo vi banqueros moviendo la cola y
haciéndole reverencias a las delegaciones.
Luego
fueron los mismos que venían a cobrar sacando
dientes y uñas”, respondió con cierto atisbo de rabia.
-Puedo imaginarlo.
A los ricos todos los querían de
amigos, pero cuando las cuentas empezaron a
mostrar que el dinero escaseaba, los grandes amigos
dejaron de serlo
-Así es, así mismo fue.
El rico huele a perfume de
gardenias.
El pobre a monte arrumao”.
-¿Y el populismo, Presidente?, ¿no cree usted que
tanto populismo mezclado con el mesianismo del que
le acusaron a la larga traería más dolores que
beneficios?, me arriesgué a preguntarle
-“¿Y la deuda social?, ¿cómo se le explica a millones
que el dinero nos entra a cántaros pero en el pueblo se
vive igual? Había que subir los sueldos y lograr pleno
empleo.
Y lo logramos”.
-Me interesa preguntarle por qué cree que luego de
usted no ganó el candidato de su partido.
Usted era muy popular, el pueblo lo quería.
-“En esas elecciones la cosa estuvo muy peleada
durante toda la campaña.
El candidato de mi partido
era bueno, pero el otro también.
En el partido dijeron
que se perdió por mi culpa.
Yo les advertí que la
popularidad no se hereda, que Luis Herrera era un
hombre duro, del pueblo.
Que tenía muy buena labia.
Se confiaron.
Creyeron que con el pitico ese bastaba”.
-Su segunda presidencia fue totalmente distinta.
Pero
es como una inmensa paradoja que cuando no lo hizo
usted tan bien lo aplaudieron y cuando lo estaba
haciendo bien, pues lo abandonaron.
¿Qué piensa
usted de eso?
-“En mi segundo gobierno estábamos muy mal
económicamente.
Porque los dos gobiernos
anteriores, uno de Copei y otro de Acción Democrática,
no supieron hacerlo bien.
No hubo un solo día de mi
gobierno que no fuera una fajina por todo.
Yo sabía
bien lo que estaba haciendo, pero se me olvidó que en
este país si uno no sabe caminar en la oscuridad tiene
que prender luces”.
-Jaime Lusinchi también fue muy popular.
-“Hizo un gobierno malo pero fue hábil como político.
Y además tenía a Croes, que le acomodaba todos los
discursos y le pintaba todo bonito”.
-¿Y usted no? Usted siempre ha sido un hombre muy
astuto.
-“Yo me convertí en estadista.
Y me pasó que cometí
el error de olvidar que en este país también hay que
ser político”.
-Con un gabinete como el que usted tuvo, ¿no era de
esperarse que faltaría la mano izquierda de los
políticos?
“El problema estaba en que lo que los muchachos
tenían era una estrategia de recuperación del país.
Mientras los políticos se habían quedado como
estancados en la política de siempre.
El mundo había
cambiado y ellos ni se habían dado cuenta.
Se estaban
mirando el ombligo.
El país estaba en problemas, pero
había remedio.
No estábamos condenados a un
precipicio.
Podíamos salir adelante.
Era muy difícil
hacérselo entender a la gente y lograr los acuerdos en
el Congreso y con las fuerzas vivas.
Y además estuvo
lo del 27 de febrero del ‘89 y luego los alzamientos de
los felones en el ‘92.
Pero cualquiera ve las cifras del
país y no puede negar que estábamos en el camino
correcto, que ya se sentían los aires de la recuperación
económica… Mire, luego de la toma de posesión, en la
primera reunión de gabinete, me informaron que no
había plata ni para pagar completa la nómina.
Yo no
podía creerlo.
A mí Jaime no podía haberme echado
semejante vaina.
Pero era así.
Menos mal que bueno,
estaba PDVSA, que echó para adelante”.
-¿Qué hacemos ahora, Presidente? La prensa está
entusiasmada con este personaje Hugo Chávez.
Y
aunque en el ‘92 al pueblo no le gustó ver el desastre
de los tanques, los aviones y los muertos, la cosa ha
ido como cambiando.
Y de allí a que el pueblo también
se entusiasme con los golpistas, bueno, hay un paso,
un paso corto.
-“Peligroso, muy peligroso.
Yo lo vencí cuando se me
alzó, pero ahora veo que las cabras no están todas
metidas en el corral”.
*“Yo le recomiendo que publique usted esta
conversación cuando ya nadie hable de mí, cuando
Mis enemigos ya hayan dejado sus odios en paz”*
*Carlos Andrés Pérez*
-Otra paradoja que Chávez y los golpistas ya hayan
sido liberados y usted esté preso, en su casa, pero
preso, ¿no le parece?
-“Eso no es una paradoja.
Es un juego de dominó en el
que sin que se diera cuenta, al país le metieron una
cabra.
Y por lo que veo, esto lo vamos a pagar
carísimo”.
-Pero en Venezuela los políticos juegan muy bien al
dominó.
-“Sí, pero estas piedras están cargadas”.
-¿Le preocupa el país, Presidente?, ¿le preocupa la
democracia?
-“Mucho.
Más que preocuparme, siento que los
venezolanos estamos montados en un barco y hay
unos delincuentes escondidos que nos pueden y
quieren secuestrar”
-Muchas gracias, Presidente.
Ha sido muy interesante
conversar con usted.
No lo engaño.
Yo no voté por
usted, pero creo que el país está muy confundido.
Y
usted puede ayudar a que nos aclaremos.
-“En este momento mi palabra no tiene mucho peso.
Nos hemos convertido en un país de sordos en el que
lo único que se escucha son cancioncitas.
Yo soy de
tierras altas.
En los páramos sabemos distinguir la voz
del eco, pero en los llanos esos gritos que se
escuchan, que parecen cantos de pájaros, en realidad
son de La Sayona”.
Se puso de pie y me acompañó hasta la puerta.
Se
veía aún fuerte y poderoso, a pesar del difícil trance
por el que atravesaba.
No estaba sin embargo, en lo
absoluto, desesperanzado ni derruido.
-“Venga cuando quiera”, me dijo dándome un fuerte
apretón de manos.
Nunca volví.
He debido hacerlo.
Más por mí que por él.
Es cierto que para aquellos tiempos Carlos Andrés
Pérez era políticamente para muchos un cadáver
insepulto, y que cualquiera que se le acercara corría el
riesgo de ser quemado en la hoguera.
Pero a mí poco
o nada me importaba tal opinión.
Yo quería leer en sus
gestos los surcos de los errores y los triunfos del país.
Luego de esa conversación confirmé que Venezuela es
una muchacha linda, pretenciosa y desordenada que
siempre será presa de pasiones de veranos intensos.
Esa muchacha que se había enamorado perdidamente
de Carlos Andrés Pérez, ahora le obsequiaba su
desdén y, como un personaje en busca de autor,
buscaba ya reemplazarlo con un nuevo amante.
Jamás volví a verlo, salvo en la pantalla de la
televisión.
Cumplí mi promesa.
Carlos Andrés Pérez
falleció el 25 de diciembre de 2010.
En 2013, cuando
ya habían trascurrido casi tres años de su muerte, hice
pública esta entrevista que él -sin interés alguno- me
concedió en la quinta La Ahumada, mientras estaba
preso teniendo su casa por cárcel, en junio de 1994.
Ningún medio quiso publicarla.
Por estos tiempos cuando somos testigos de
similitudes terribles, con un ensordecedor descontento
social y la terrible situación económica, quienes
vivimos esas épocas complicadas del segundo
mandato de Carlos Andrés Pérez entendemos que con
los países no se juega.
Y tememos.
La historia tiene la
mala costumbre de repetirse.
Así de cargado estaba el
ambiente en 1989 y en 1992.
Y ya sabemos qué
ocurrió.
En lo que erró el Presidente Pérez fue en decir que de
él no se hablaría.
Para bien o para mal, para gusto de
algunos y disgusto de otros, siempre está presente en
la conversación de los venezolanos y en el discurso de
los políticos.
Fue, como sabiamente escribió Francisco
Herrera Luque, uno de los reyes de la baraja.
Estamos en 2021.
Acción Democrática (AD) cumple
80 años.
Y pues no, a los adecos no lograron freírlos
en aceite.
Redes relacionadas